Un hombre con gran personalidad
En aquellos días, antes de tener toda la tecnología actual, la visión de la música de una película era algo majestuoso para la vista: Newman en el atril, agitando los brazos, ojos enfocados en una pantalla gigante frente a él, mirando la proyección de una obra de la última película de Fox, ya fuese ‘Eva al desnudo’ (1950), ‘La túnica sagrada’ (1953) u otras, mientras una orquesta de 85 músicos lo interpretaba, siguiendo sus indicaciones. (Newman y su orquesta hacen una pequeña aparición en la pantalla al comienzo de la confección CinemaScope de Fox en la película; ‘Cómo casarse con un millonario’ (1953), interpretando la obertura con un traje formal de concierto).
Aunque era un hombre muy bajito, tenía una figura autoritaria, ‘una presencia que inspiraba reverencia a su alrededor’, dijo su sobrino Randy. Conocido en la industria como «Pappy», Alfred Newman, en su calidad de director musical de Twentieth Century Fox, marcó y dirigió la música de más de 200 películas, entre ellas algunas ganadoras del Óscar de la Academia de Hollywood.
Exacto e incansable, Newman podría ser un terror en el atril. Donde otros directores podían ensayar durante 15 minutos, Newman tenía el hábito de tomarse toda la tarde. Pero los músicos lo amaban por tomarse su trabajo en serio. Si un director de cine se entrometía, por ejemplo, Alfred lo expulsaría del escenario de sonido (incluso echó a Charlie Chaplin de una sesión de grabación).
Si bien muchos de los primeros compositores de películas escribieron música que seguía meticulosamente la acción de una película, Alfred desarrolló un estilo que subrayaba el estado de ánimo más que los detalles de una escena determinada. A veces, creaba un leitmotiv para personajes particulares. En parte por esa razón, sus partituras sonaban como algo más que un simple acompañamiento musical. Eran interpretaciones.
Newman, al igual que sus contemporáneos Steiner y Korngold, creía en el melodrama, una expresión de emoción descarada y efusiva. Su partitura pretendía generar un ‘estado de ánimo’. Creía en proporcionar un alto grado de expresión, lo que en ocasiones le valió críticas por su composición ‘dramática’.
Una vez alguien dijo; “El legado de Alfred Newman y su influencia en el lenguaje de la música para el cine es prácticamente inigualable por nadie en la historia de Hollywood. Como profesional, era duro, pero justo. Como mentor de su equipo, fue reverenciado. Las orquestas bajo su batuta se deleitaron con sus habilidades como director. La música que él mismo compuso, a menudo bajo extrema presión emocional, se encuentra entre las más hermosas jamás escritas. […] No era grande en estatura física, era un gigante de carácter, un titán en el mundo que amaba y dominaba. Era una verdadera fuerza musical, y una que no puede ser reemplazada en ningún sentido».