Theodore Shapiro

Estados Unidos (1971)

Cuando Theodore Shapiro tenía cinco años se sintió atraído por el piano familiar como un imán. Al crecer en un hogar donde la música era “parte del espíritu ambiental”, su dieta era una mezcla saludable de Debussy y los Beatles. Tocó durante toda la escuela secundaria. Después de especializarse en música en la Universidad de Brown, donde ya componía, perfeccionó sus habilidades de composición en la prestigiosa Juilliard School, estudiando con el célebre compositor John Corigliano.

Sus habilidades clásicas lo llevaron a la sala de conciertos, donde sus obras fueron interpretadas por la Filarmónica de Los Ángeles, la Sinfónica de Seattle y la Sinfónica de Cámara de Nueva York. Sin embargo, la magia del cine ya había echado raíces en su mente. Cuando era niño, escuchó fascinado la energía aventurera de ‘En busca del arca perdida’ de John Williams y la elegancia melancólica de ‘Chinatown’ de Jerry Goldsmith. Aquellas partituras no solo le impresionaron: marcaron el rumbo de su vida.

Shapiro explicó en una entrevista: “La idea de casar la composición con algún tipo de formato narrativo fue lo que más me llamó la atención. Siempre me gustó la amplia accesibilidad del cine y la apertura de la música cinematográfica como medio. Siento que las películas tienen un lienzo muy abierto que abarcan, y eso siempre me ha entusiasmado”.

Durante sus años universitarios, un grupo de compañeros cocreó una serie de comedia, y Shapiro comenzó allí su aventura musical con la pantalla. Ese ejercicio universitario se convirtió en el preludio de una carrera cinematográfica de pleno derecho, que lo llevaría a convertirse en uno de los compositores más versátiles de su generación.

Theodore Shapiro

Desde sus comienzos, el compositor ha tratado cada película con una seriedad musical que demuestra su capacidad creativa. “Ya sea encontrar el material melódico correcto, las opciones instrumentales o simplemente resolver pistas individuales y cómo contar la historia de la mejor manera —dice—, eso me fascina y me encanta el desafío que supone”.

Esa búsqueda constante de equilibrio entre rigor y emoción lo ha llevado a colaborar con importantes directores. Su nombre aparece asociado a títulos emblemáticos de la comedia moderna como ‘The Devil Wears Prada’ (2006), ‘Tropic Thunder’ (2008), ‘Spy’ (2015) o ‘Marley & Me’ (2008), pero reducirlo a “compositor de comedias” sería quedarse peligrosamente corto.

En ‘The Devil Wears Prada’, su partitura combina texturas orquestales con elementos electrónicos elegantes que reflejan tanto el glamour superficial como la soledad emocional de su protagonista. En ‘Marley & Me’, demuestra una sensibilidad exquisita para capturar la vida familiar, la ternura y la pérdida sin recurrir a sentimentalismos fáciles. Esa mezcla de inteligencia emocional y economía expresiva es una de sus marcas más reconocibles.

Pero Shapiro también ha explorado territorios mucho más oscuros y psicológicos. En ‘Destroyer’ (2018), construye una atmósfera tensa y sombría, sustentada en percusiones inquietantes y líneas de sintetizador desgarradas, que parecen reflejar el alma quebrada de la protagonista. Años después, en ‘Severance’ (2022), la aclamada serie de Apple TV+, su música volvió a demostrar su maestría para combinar lo emocional con lo conceptual. El tema principal, minimalista y mecánico, encarna de forma brillante la alienación del trabajo moderno, uniendo humor absurdo y tragedia existencial en una sola línea melódica.

Su carrera también incluye trabajos para dramas como ‘The Secret Life of Walter Mitty’ (2013), donde vuelve a colaborar con Ben Stiller. Allí, Shapiro combina orquesta y texturas electrónicas para acompañar el viaje interior de un hombre corriente que se atreve a soñar. Es una de sus partituras más inspiradas, capaz de alternar introspección y grandeza épica sin perder cohesión.

A lo largo del tiempo, Theodore Shapiro ha demostrado que su música no solo acompaña imágenes, sino que las expande. Posee una precisión quirúrgica para ajustar cada nota al ritmo narrativo y una elegancia emocional que lo distingue en un panorama saturado de efectismos. No es un compositor de grandes fanfarrias ni de melodías excesivas; su lenguaje es más sutil, más humano.

Sus partituras funcionan como un espejo de los personajes, revelando lo que el diálogo no dice. Esa capacidad lo ha convertido en un colaborador de confianza para cineastas que buscan profundidad bajo la superficie del entretenimiento. Como ha dicho alguna vez, “mi trabajo no consiste solo en hacer sentir al espectador, sino en ayudarle a comprender por qué siente lo que siente”.

Theodore Shapiro pertenece a esa generación de compositores que han sabido reconciliar el clasicismo académico con la sensibilidad contemporánea. Entre sintetizadores, cuerdas y silencios calculados, su música sigue recordando que la emoción más poderosa en el cine no siempre se grita… a veces, simplemente se susurra.

Marley & Me (2008)

Es una comedia romántica sobre una pareja de recién casados, John (Owen Wilson) y Jenny Grogan (Jennifer Aniston), que deciden dejar Michigan con el propósito de iniciar una nueva vida como matrimonio, en la soleada West Palm Beach, Florida. Allí, ambos consiguen trabajo en distintos periódicos. Se compran una casa y llegado el momento valoran la posibilidad de tener un hijo.

Sin embargo, no están muy seguros de la clase de padres que podrán ser. Y John le pide consejo a su amigo Sebastian (Eric Dane) que le propone que adopten una mascota; un perro Labrador de 5 kilos. Pero los problemas vendrán cuando Marley (la mascota) crezca convirtiéndose en un perro de 45 kg, con las mismas energías que un cachorro. John intentará educarle, pero sin mucho éxito.

Shapiro tenía muy claro que debía ser una partitura agradable, romántica sostenida por una bella orquestación aderezada con guitarras eléctricas y acústicas. Es cierto que pudiera parecer una composición sin grandes pretensiones, pero es que encaja a la perfección con la historia, todo un revolutum muy agradable de bellas melodías con escenas estupendas entre sus principales personajes; Owen Wilson, Jennifer Aniston y los perros extraordinarios que van apareciendo a lo largo de la película. Sobre todo, a los que amamos a nuestras mascotas nos ha encantado la película y su banda sonora.