«Lo seguí intentando una y otra vez y, finalmente, le dije a Steven, «No creo que pueda conseguirlo. Quizás necesito hacer alguna cosa más.» Y él dijo, «¿Por qué no te olvidas de la película? No la mires. Olvídala y dirige a la orquesta como dirigirías si se tratase de un concierto, que la interpretación no contenga nin­guna intromisión matemática.» Hicimos exactamente eso y estuvimos de acuerdo en que sonaba mucho mejor. Posteriormente Steven cambió ligera­mente el montaje de la última parte de la película para sincronizarlo con la inter­pretación musical que nos parecía más fuerte desde el punto de vista emocional. Creo que el resultado es un final de pelí­cula que posee ese tipo de experiencia musical que te transporta a otro lugar».