Hubo un periodo, especialmente cuando el cine comienza a coger forma con las bandas sonoras (años 30) que muchos compositores de música clásica consideraban el cine como un género de poca categoría. Trabajar para una película componiendo una banda sonora era rebajarse.
Estaban acostumbrados a que su música se escuchara en las mejores salas de óperas y conciertos con un público refinado y elegante que formaban parte de una clase distinguida.
El cine acercaba a la clase popular la música de los grandes compositores y eso producía cierto erizamiento entre compositores y gente del mundo de la música clásica
En cierta ocasión, el compositor realizo un concierto en un gran teatro, de una banda sonora que había compuesto. Aquel concierto encontró oposición, como la de un crítico que, al referirse a la cantata de Nevsky (1938), escribió que la música no era de lo mejor que había compuesto Prokofiev, ya que consideraba que la música de cine en un salón de conciertos era la peor clase de programa que podía haber (otros compositores pensaban igual). Por ejemplo, se dice que Korngold no quiso firmar su primera composición, ‘El capitán Blood’ (1935), por no darle un disgusto a su padre al asociar su apellido a algo ‘tan poco serio’ como una producción de cine.
Prokofiev tachó ese comentario de imprudente, y observó que los nuevos tiempos y los nuevos temas exigían nuevas formas de expresión, con lo que el oyente no debería quejarse por tener que esforzarse un poco más para entender esta nueva estructura de expresión musical.
No debería sorprender a nadie el que Prokofiev fuese tenido en muy alta consideración por sus colegas compositores. Dmitri Shostakovich dijo de él que era el orgullo y la gloria de la música soviética.
Es difícil encontrar alguno de los grandes compositores de la historia del cine que no le deba algo.