Hubo un tiempo en que si deseabas escuchar y disfrutar de un musical debías ir al teatro o escuchar la música en la radio. Para principios del siglo XX Broadway era el teatro de los ‘sueños’ la meca de los grandes musicales.
Con la entrada del nuevo siglo había nacido una generación de compositores que pasarían a convertirse en una leyenda del género. Cole Porter, Irving Berlin, George Gershwin, Jerome Kern, Harold Arlen, Harry Warren y otros tantos coparían las salas para escuchar sus canciones (sin olvidar nunca la importancia que tenían entonces los letristas).
Broadway sirvió de plataforma para conocer y amar la música de estos grandes artistas. Pero algo hacía falta para que aquello cobrara otra dimensión. El cine abrió la puerta al mundo y la gente por fin pudo ‘ver’ y escuchar la música de aquellos genios.
Sin embargo, con la entrada del musical en la gran pantalla se produjo otro acontecimiento; la aparición de artistas capaces de plasmar con su voz y su cuerpo aquellas hermosas melodías. Nacieron las estrellas del musical. Y Fred Astaire se convertiría en el máximo exponente del género.